Oskorri: Agur, berrogei urte geroago

     Tal vez a la mayoría de lectores de este blog les resulten chocantes el título del presente texto y la fotografía que lo acompaña. Para otros, los menos, seguro que encuentran explicación con sólo buscar un rato en su memoria.

     No recuerdo el día exacto del inicio de los hechos que relataré, pero lo ubico entre los últimos días de octubre o primeros de noviembre de 1975. Aquel año yo estudiaba en Burgos. Una tarde mi compañero de habitación Pedro Villamarín (q.e.d.) me dijo que había un concierto de un grupo vasco en el salón de actos, que aún conservaban los jesuitas en el edificio del antiguo colegio, situado en la calle de la Merced.
     Recuerdos de una tarde fría en un día gris, con el cielo plomizo, de esas que hacen bueno el dicho de las dos estaciones de Burgos, aunque por aquellos años Burgos quedó grabado en mi memoria como ciudad de plomo y sotana. Cuando acudimos allí eran las siete y había anochecido. Las personas que fuimos a la actuación, entonces no se decía concierto, éramos todas jóvenes (casi seguro también acudió Iñaki, el de Caleruega, y algunas chicas). Las entradas tenían un módico precio de 25 pesetas (15 cts de € actuales). En la puerta Rodrigo vendía Mundo Obrero. Tiempos convulsos pidiendo un cambio, contra la intolerancia, contra el enquistamiento en el "muera la inteligencia" que gritó un día Millán Astrain.
    Nos sentamos en una de las primeras filas del salón. Mientras yo intentaba recordar el nombre de Oskorri, mi compañero hacía referencia a uno de los miembros explicándome que era de Eibar, como él.
     Nada más salir al escenario Natxo de Felipe pidió disculpas y explicó que el concierto se realizaría en precario en cuanto a la cantidad de músicos. La muerte de un familiar de un componente del grupo restaba un efectivo y un accidente de tráfico algún otro. Resultado: tocarían tres componentes, uno de ellos con la pierna escayolada.
     No habían empezado su actuación cuando un padre jesuita subió al escenario con cara de preocupación:
“Han llamado del Gobierno Civil, avisando que afuera, en la acera,  están los miembros de la policía nacional (conocidos en aquellos años como grises). Avisa el comisario: que si se produce algún altercado del orden o gritos subversivos entrarán a desalojarnos”.
Por si alguien no lo entiende, desalojarnos era sólo un eufemismo de sacarnos a hostias.
     No le tembló la voz a Natxo, pese a los percances y la incertidumbre, y fue cantando durante una hora los versos de Gabriel Aresti.
     El concierto acabó bien y salimos sin incidentes
     Algunos días más tarde mi compañero me despertó a las cinco de la mañana. Todo el mundo esperaba el final inevitable:
“Solo ponen música clásica en las radios, pero no dicen nada. Vamos a la estación del FFCC, allí aparecerá el primer periódico”.
Tal como sospechábamos el general había “entregado la cuchara” según unos o le habían “dado la blanca” según otros. Se dedicaría a partir de entonces a marcar el paso que le fijase dios, el diablo o vaya usted a saber quién. En todo caso quedaba a partir de aquel día licenciado de presidir desfiles, aburrir con sus discursos y firmar sentencias  de muerte. 
     Dicen que la vida es un cajón de sorpresas. Veinticinco años después yo me encontraba viviendo en Donostia, acudiendo todos los días al euskaltegi, con más voluntad y dedicación que  valía y acierto. En algún momento pensé lo que hubiesen dado los policías por saber lo que cantaba Oskorri:
Aita semeak tabernan daude
Ama-alaba jokoa
...
(El padre y el hijo están en la taberna y las mujeres a trabajar, ¡machistas! exclamaba la profesora de euskera muy feminista ella. Lo siento, pero yo hasta entonces no me había dado cuenta de esa faceta de la canción)
Eta lapurrek ohostu dute
Guk gendukana etxean
...
(Alguien robaba la identidad de un pueblo, sin que hiciesen algo en contra sus ciudadanos)
     Han pasado berrogei urte (cuarenta años) no sólo para Oskorri, sino para todos. En agosto me enteré del concierto de despedida en Donostia. Lástima que se agotaron las entradas del Victoria Eugénia en minutos y no pude acudir a decir agur el día 25 de Octubre.
     Este hecho, como pasa con otros similares, supone despedir también a una parte de nuestra vida, porque sin darnos cuenta Oskorri fue uno de los grupos con los que hicimos amigos, compartimos momentos, crecimos o nos enamoramos. Creo que algo de esto le ocurre a mi amiga Trini de Vitoria, quien recordaba, en facebook un día de estos, que ella estuvo en algún concierto similar con su novio Antón (q.p.d.) por aquellos años, un poco antes de antes de ayer: berrogei urte, gutxi gora bera.

     Esta vez seguro que dieron el concierto en libertad, sin grises en la acera junto a la puerta, sin coacciones ni amenazas.

P.D.

Dicen que la vida es un pañuelo lleno de mocos. Seguro que este filosofo tiene razón como el anterior. Me viene a la cabeza que grises sigue habiendo, como los chavales que le llamaron fascista a Felipe González hace unos días en la Universidad de Alicante. Se pude discrepar de las ideas y posiciones de éste señor; él mismo lo defendió en su día. ¿Pero llamarle fascista?, ¿sabrán algo de fascistas realmente estos tipos grises? Puede que necesiten traductor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario